Ayer éramos 23 y hoy 22.
- Renata Cintra
- 20 de dez. de 2024
- 4 min de leitura
Hemos sido 40, 36, 33 en el camino, por un tiempo solo 4. Los 4 primeros amores que nacieron en casa y rápidamente se destacaron por sus personalidades típicas felinas, pero cada uno con una dosis extra de rarezas.

Elza, nuestra “Hitlercita”, es muy arisca pero no se separa de nosotros, aunque siempre con su “no me toques”. El Gato es tan adorable que ni siquiera sabíamos qué nombre ponerle, y es el eterno gato que tenemos que limpiar con la escoba para barrer su pancita, y solo entonces podemos limpiar la casa. El Galego es el más dulce de los valientes, nuestro protector encantador, y Garrincha, Rincha, era mimos, presencia, cariño, ruido, gentileza.
No recuerdo, en los últimos 15 años, un momento en casa en el que no estuviera cerca de nosotros, levantando la patita y pidiendo caricias. Rincha hablaba con la mirada. Siempre buscaba estar cerca por si necesitábamos acariciarlo. Sabía que los que ganábamos en esa interacción éramos nosotros.
Pero para darle medicinas, era una guerra, y mira que me considero muy buena en eso.
Rincha vivió en 4 casas diferentes con nosotros y en 2 países. Nunca cuestionó dónde estaba su lugar, como el mito de que los gatos aman la casa; Rincha sabía que su lugar era donde estuviéramos nosotros.
Con los años y muchos gatos a mi alrededor, aprendí a entender las finitudes de la vida, aunque siempre las cuestiono. Cuando Rincha se enfermó de una enfermedad renal que no tenía tratamiento, él eligió vivir en mi taller.
En los últimos 2 meses, cada día más débil, sabía que algo había cambiado, pero fue tratado con privilegios, con comidas especiales, una cama privada y otros mimos. Pero cuando yo llamaba a los demás con el “psi psi” para la hora de la comida, él venía, cada vez más tambaleante, siendo parte tan especial de la familia.
En los últimos días, los hermanos originales se quedaron cerca de él, también quisieron estar en el taller, durmieron juntos y pasaban el día atentos a él. Siempre es muy difícil perder un amigo de tantos años.
Tengo 22 más por aquí, pero su lugarcito jamás será reemplazado.
Cuando nos despedimos ayer, le dije que llegara al “cielo de los gatos” y que mandara un abrazo a todos los que en estos años nos enseñaron muchas lecciones sobre cómo salvar vidas, cómo renovar vidas, pero también sobre la muerte.
Cómo la muerte puede volverse cada vez más natural, digna y tranquila para ellos. Ayer, cuando él se debilitó aún más, iba a practicar la eutanasia, pero nuestra veterinaria no atiende a domicilio. No quería imaginarlo muriendo lejos del rincón que eligió para pasar sus últimos días y fallecer en un ambiente frío con agujas.
Hablamos, y ellos nos cuentan sus historias en los silencios de tantos años de convivencia. Tan pronto como decidí no llevarlo a la muerte sin acogimiento, él decidió partir, gentilmente, con dulzura, con la elegancia de 15 años de mucha colaboración y dejó un vacío inmenso.
Gracias por todo, Rincha.
Cada viernes, un texto fresquito por aquí.
Suscríbete a nuestra newsletter mensual. Ontem éramos 23 e hoje 22
Já fomos 40, 36, 33 na viagem, por um tempo apenas 4. Os 4 primeiros amores que nasceram em casa e logo se destacaram com suas personalidades típicas felinas, mas cada um com uma dose extra de estranhezas.
Elza a nossa Hitlerzinha, é muito arisca mas não sai de perto da gente, mesmo com seus “não me toque”. O Gato é tão gostoso, que nem sabíamos que nome dar e é o eterno gato que temos que limpar a vassoura para varrer a barriga dele para aí, sim poder limpar a casa. Já o Galego é o valentão mais doce que conheço o nosso protetor charmoso e o Garrincha, Rincha era chamego, presença, carinho, barulho, gentileza.
Não me lembro nos últimos 15 anos de um momento em casa que ele não estivesse pertinho levantando a patinha e pedindo o cafuné. Rincha conversava com o olhar. Buscava estar sempre por perto para caso necessitássemos fazer um carinho nele. Ele sabia que quem ganhava nesta troca era a gente.
Mas para dar remédio, era uma guerra, e olha que me considero muito boa nisso.
Rincha morou em 4 casas diferentes com a gente e em 2 países. Nunca questionou onde era seu lugar como o mito que os gatos amam a casa, Rincha sabia que seu lugar era onde a gente estivesse.
Com os anos de muitos gatos ao meu redor, aprendi a entender as finitudes da vida mesmo as questionando. Quando Rincha ficou doente em uma doença renal que nenhum tratamento poderia ser feito, ele escolheu morar dentro do meu ateliê.
Nestes últimos 2 meses, cada dia mais fraquinho, ele sabia que estava diferente, sendo tratado com privilégios, com comidinhas especiais, caminha privativa, e outros mimos. Mas quando eu chamava a galera no “psi psi” para a hora da comida ele acompanhava, cada dia mais cambaleante, sendo parte tão especial da família.
Nos últimos dias, os irmãos originais, ficaram por perto dele, quiseram ficar aqui no ateliê também, dormiram juntos, passavam o dia atentos a ele. É sempre muito difícil perder um amigo de tantos anos.
Tenho mais 22 por aqui, mas o lugarzinho dele jamais será substituído.
Quando nos despedimos, ontem, eu disse para ele chegar lá “no céu dos gatos” e mandar um abraço para tantos que nestes anos nos ensinaram diversas lições de como salvar vidas, como renovar vidas, mas também sobre morte.
Como a morte pode cada vez se tornar mais natural, digna e tranquila para eles.
Ontem, quando ele caiu bem fraquinho, ia fazer eutanásia, mas nossa veterinária não atende a domicilio, eu não queria imaginar uma morte longe do cantinho que ele escolheu viver seus últimos dias e morrer em um ambiente frio com agulhas.
Conversamos e eles nos contam suas histórias nos silêncios de tantos anos de convivência. Assim que decidi não levá-lo a morte sem acolhimento, ele resolveu partir, gentilmente, com doçura, elegância de 15 anos de muita parceria e deixou um buraco imenso.
Obrigada por tudo Rincha. Toda sexta um texto novinho aqui.
Assine nossa newsletter mensal.
Comentarios