top of page

El cambio

¿Quién dijo que sería fácil atravesar el país, mudarse a otra cultura, con un autobús viejo lleno de gatos y perros? Cuando dicen que salgamos de nuestra zona de confort, no todos tienen que ser tan radicales como fuimos nosotros. "Sal de tu zona de confort" debería ser más bien un consejo sencillo, algo como "cambia tus hábitos", ya que "salir de la zona de confort" no significa mudarse desde Brasil a Uruguay con una familia animal. De hecho, ¿en qué zona de confort encajan 2 humanos con 34 gatos y 3 perros?


A menudo escucho que esto se llama locura: ir por ahí, ya pasados los 50 años, con el autobús de Noé, pero la verdadera locura de todo esto fue haber salvado 36 vidas que nos rodean y forman parte de la familia. Bueno, 37 aquí, hoy, en esta historia. Calculo que más de 300 gatos han pasado por nuestro proyecto de castración @portodosgatinhos, adopción, rescate y ayuda a los que aparecían. Y, a través de mis bancos @dnadegato, el proyecto circulaba. Fueron muchas historias de logros de las que me siento muy orgullosa.


Pensaba que la mayor locura de mi vida había sido hacer un curso de buceo. Yo, hija de madre claustrofóbica, miedosa por naturaleza, que nunca había dado una voltereta por miedo a romperme el cuello.Buceando, aprendí que, si me desespero, me ahogo. Lo más importante es seguir nadando y respirando tranquilamente, en medio del caos y las tormentas de la vida. Creo en las sabias lecciones de la pececita Dory, de la película Buscando a Nemo: sí, seguir nadando es la única salida, pero no desesperarse es la principal salida, si no eres un pez de dibujos animados.


En la prueba final del curso de buceo, cuando hay que quitarse todo el equipo en el fondo del mar, usar la ayuda de tu instructor para respirar, nadar sosteniendo tu equipo y volver a equiparte sin ver nada durante eternos 5 minutos, despejar la máscara y nadar como si nada hubiera pasado, para luego finalizar la prueba rescatando a tu instructor y nadando con él hasta la embarcación. En la vida, en diversas situaciones, volver a ese momento exacto y pensar: "Si eso salió bien y lo logré, ¿qué no podría hacer ahora?


""No te desesperes, buceadora", fue la frase que más escuché de mi marido, y que traté de repetir como un mantra. Cuando todo comenzó, "¿Qué vamos a hacer con nuestras vidas?" era una pregunta que escuchábamos a las 2 de la mañana, cuando el insomnio llegaba y la falta de aire nos invadía al imaginarnos en movimiento con toda esa carga animal de amores y vidas llenas de deseos. "¿Qué vamos a hacer con nuestras vidas?" a las 13:00, cuando el almuerzo se atoraba solo con imaginar lo que vendría por delante.


Poco a poco

Poco a poco, contabilizamos 34 gatos, como si fuera ayer cuando cometimos la locura de salvar una camada, nuestros primeros 4 amores.


Era la gata de la vecina que encontró interesante dar a luz en nuestra habitación, o mejor dicho, en el cajón de los calcetines de Renato, y en menos de 40 días, con los adorables cachorros correteando por nuestra casa, ella salió en busca de un nuevo amor y nosotros nos encargamos de ellos: Garrincha, Elza, Gato y Galego. Ya vivían en casa, sin mucha convicción, Little, Pudim y Biscoitinha. Éramos 7.


Criar gatos nunca fue un acto consciente. Poco a poco, fui comprendiendo lo que es ser felino. Siempre criada en el universo canino, donde la alegría es constante y expuesta, en este nuevo universo felino, lo que me fascinaba eran las sutilezas con las que expresaban sus emociones. Ya fueran buenas o malas, todo se encontraba en los matices, en las percepciones delicadas del día a día. Observarlos se convirtió en mi hobby favorito.


Con los meses, se unió a la familia Lampião, un gatito que, aún de bebé, tenía mucha sarna y vivía entre los cactus en la orilla de la playa. En esa época, vivíamos en Porto de Galinhas, una ciudad aún paradisíaca y tranquila de Pernambuco.


Después de él, Mindium, nuestro Duka, se unió a nuestra gran familia. Abandonado con el cordón umbilical aún intacto, fue amamantado y cuidado desde sus primeros días en casa, hasta convertirse en un gato tranquilo y bonachón, con una mirada que habla y un pru pru constante. El gatito que amaba el agua. Se mojaba sin estrés y adoraba participar activamente durante los días de lluvia y los baños en el jardín. Con él, vino la certeza de que eso era retribución.


Juninho apareció en una caja con otros dos hermanos. Los dos murieron poco después de llegar, y él fue quedando, a trompicones. Lo llamábamos Benjamin Button. Era un gatito que parecía un viejito débil. Y Nininho es amor.


Después, poco a poco, perdí la cronología. Algunos llegaron, vivieron, marcaron nuestras vidas y ya se han ido: João, Sócia, Pudim, Nego Bom, Jaguá, Negão, Seu Rabujo, Inquilino, Faísca, Juca, Nelsinho, Little, Cracra, Gorda, Cebola, Justiça, Patolino, Rapunzel, Tedesco, Tortinha, entre muchos otros.Y, poco a poco, la historia fue repitiéndose: Peito de Peru, Nico, Blue, Fala Fino, Sarajane, nos adoptaron.


Nunca me canso de encontrar bonito que un animal tenga todo el mundo para elegir dónde vivir y decida vivir con nosotros, y muchas veces para nosotros, como ocurrió con otra que se autoadoptó, Holly Holms, que era una fiera, nuestra reina del pasillo polaco. Entró en casa cuando iba a dar a luz y ya había elegido su lugar, otra vez, dentro del armario de Renato.


Y de historia repetitiva a otra historia repetitiva, son vidas que nos eligieron, que salvamos, que me enseñaron paciencia, amor, respeto y, poco a poco, me van moldeando hacia un futuro muy lejano de aquel que, hace tiempo, imaginé vivir.Nunca imaginé que en mi equipaje cabría todo esto.


Y cada viernes, un poquito del viaje que trajo a esta gran familia hasta Uruguay.


Cada viernes, un texto fresquito por aquí.

Suscríbete a nuestra newsletter mensual.



A mudança


Quem disse que seria fácil atravessar o país, ir morar em outra cultura, com um ônibus velho cheio de gatos e cachorros? Quando dizem para sairmos da nossa zona de conforto, nem todos precisam ser tão radicais como a gente foi. "Saia da zona de conforto" deve estar mais para um conselho singelo, do tipo "mude seus hábitos", o "saia da zona de conforto" não é morar no Uruguai com uma família animal. Aliás, em que zona de conforto se encaixam 2 humanos com 34 gatos e 3 cachorros?


Ouço muitas vezes isso ser chamado de loucura: sair por aí, beirando os 50 anos, com o ônibus de Noé, mas a loucura real disso tudo foi ter salvo 36 vidinhas que nos rodeiam e fazem parte da família. Bem, 37 aqui, hoje, nesta história. Calculo que mais de 300 gatos passaram pelo nosso projeto de castração @portodosgatinhos, adoção, resgate e ajuda aos que apareciam. E, através de meus bancos @dnadegato, o projeto circulava. Foram muitas histórias de conquistas das quais muito me orgulho.


Loucura maior na vida eu achava que era ter feito um curso de mergulho. Eu, filha de mãe claustrofóbica, cagona por natureza, que nunca havia dado uma cambalhota por medo de quebrar o pescoço.


Mergulhando, eu aprendi que, se eu me desesperar, morro afogada. A coisa mais importante é continuar nadando e respirando tranquilamente, em meio ao caos e às tormentas da vida. Acredito nas sábias lições da peixinha Dori, do filme Procurando Nemo: sim, continuar a nadar é a única saída, mas não se desesperar é a principal saída, se você não é um peixe de desenho animado.


Na prova final do curso de mergulho, quando tem que tirar todo o equipamento no fundo do mar, usar o auxílio de seu instrutor para respirar, nadar segurando seu equipamento e se reequipar de novo sem enxergar nada por eternos 5 minutos, desafogar a máscara e nadar como se nada tivesse acontecido, ainda finalizar a prova resgatando seu instrutor e nadando com ele até a embarcação. É na vida, em diversas situações, voltar para aquele momento exato e pensar: "Se aquilo deu certo e eu consegui realizar, o que eu não faria agora?"


"Não se desespere, mergulhadora", foi a frase que mais ouvi do meu marido, e que tentei repetir como um mantra. Quando tudo começou, "O que vamos fazer da vida?" era ouvido às 2 da manhã, quando a insônia batia e a falta de ar tomava conta de nós, ao nos imaginar em movimento com toda essa carga animal de amores e vidinhas cheias de quereres. "O que vamos fazer da vida?" às 13h, quando o almoço engasgava só de imaginar o que viria pela frente.

 

Aos poucos

Aos poucos, contabilizamos 35 gatos, como se fosse ontem que tivéssemos cometido a insanidade de salvar uma ninhada, nossos primeiros 4 amores.

Os primeiros chegaram sem serem convidados, uma vizinha irresponsável que não castrava sua gata, que decidiu parir dentro da minha casa. Vi nascer cada um dos meus 4 primeiros gatos que ali, ficaram. Elza, Garrincha, Gato e Galego. Eu já tinha acolhido uma doidinha que vinha diariamente comer que se chamava Biscoitinha e ela trouxe o Pudim, já existia a Little. Comecei com 7 gatos. Para quem nunca tinha tido nenhum, acho que foi um bom começo.


Criar gatos nunca foi um ato consciente. Aos poucos, fui compreendendo o que é o ser felino. Sempre criada no universo canino, onde a alegria é constante e exposta, neste novo universo felino, para mim, eram as nuances que demonstravam suas emoções que me encantavam. Sejam elas boas ou ruins, tudo estava nas sutilezas, nas percepções singelas do dia a dia. Observá-los virou meu hobby preferido.


Com os meses, veio se juntar à galera o Lampião, um gatinho que, ainda bebê, estava com muita sarna e vivia atrás de uns cactos na beira da praia. Nesta época, morávamos em Porto de Galinhas, uma cidade ainda paradisíaca e pacata de Pernambuco.


Depois dele, Mindium, nosso Duka, se juntou à nossa grande família. Abandonado ainda com o umbigo, foi amamentado e cuidado desde seus primeiros dias em casa, até virar um gatão bonachão e tranquilão, do olhar que fala, do pru pru constante. O gatinho que amava água. Se molhava sem estresse e adorava participar ativamente dos dias de chuva e de banhos no quintal. Com ele, veio a certeza de que aquilo era retorno.


Juninho apareceu em uma caixinha com outros dois irmãos. Os dois morreram logo nos primeiros dias, e ele foi ficando aos trancos e barrancos. Chamávamos ele de Benjamin Button. Era um gatinho que parecia um velhinho fracote. E Nininho é amor.

Depois, aos poucos, perdi a ordem cronológica. Alguns entraram, viveram, marcaram nossas vidas e já se foram. João, Sócia, Pudim, Nego Bom, Jaguá, Negão, Seu Rabujo, Inquilino, Faísca, Juca, Nelsinho, Little, Cracra, Gorda, Cebola, Justiça, Patolino, Rapunzel, Tedesco, Tortinha, entre muitos outros.


E, aos poucos, a história foi sendo bem repetitiva: Peito de Peru, Nico, Blue, Fala Fino, Sarajane, nos adotaram.


Não me canso de achar bonitinho um animalzinho que tem o mundo para escolher onde viver e escolhe viver conosco, e muitas vezes para a gente, como foi o caso de outra que se auto-adotou, a Holly Holms, que era uma fera, nossa rainha do corredor polonês. Entrou em casa na hora de dar cria e já havia escolhido seu lugar, mais uma vez, dentro do guarda-roupa do Renato.


E de história repetitiva a outra história repetitiva, são vidinhas que nos escolheram, que salvamos, que me ensinaram paciência, amor, respeito e, aos poucos, vão me moldando para um futuro muito distante daquele que, lá atrás, imaginei viver.


Nunca imaginaria que na minha bagagem caberia tudo isso.

 

E toda sexta um pouquinho da viagem que trouxe essa grande família até o Uruguay.


Toda sexta um texto novinho aqui.

Assine nossa newsletter mensal.



 
 
 

Comments


whatsApp

DNA de gato

¿Quieres recibir las novedades? 

Gracias!

bottom of page